Entre los laberintos de Borges y las rayuelas de Cortázar hay un minotauro en el centro: “Los Reyes” de Julio Cortázar & “La casa de Asterión” de Jorge Luis Borges ◌ [PDF]



‘Cortázar, Borges y el MinotauroChelo Candia

La casa de Asterión es un cuento del escritor argentino Jorge Luis Borges, publicado por primera vez en Los Anales de Buenos Aires en mayo de 1947, y posteriormente reimpreso en 1949 en la colección de cuentos El AlephLos reyes es un poema dramático que aparece en 1949, y es el primer libro publicado por Julio Cortázar con su verdadero nombre. En estas dos obras, los autores proponen una reflexión sobre el mito del Minotauro de Creta, cuya primera versión se atribuye a Apolodoro de Atenas, autor del libro de relatos Biblioteca escrito en el siglo II a.C. 

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Apolodoro presenta el mito del Minotauro en los siguientes términos:
Cuando Asterio murió sin dejar descendencia, Minos quiso reinar en Creta pero se lo impidieron. Entonces él alegó haberle sido destinado el reino por los dioses; en prueba de ello dijo que le sería otorgado aquello que pidiese. Y al ofrecer sacrificios a Poseidón, le rogó que hiciera aparecer un toro desde el abismo, prometiéndole inmolarlo en cuanto se presentase. Como recibiera de Poseidón un hermoso toro, obtuvo el reino; entonces lo envió a la manada y sacrificó otro en su lugar [...]. Poseidón, irritado contra él por no haber sacrificado el toro, transformó a éste en animal bravío y encendió en Pasífae pasión por la bestia. Ella, enamorada del toro, tuvo por cómplice a Dédalo, arquitecto que había huido de Atenas a causa de un asesinato. Este construyó una vaca de madera, sobre ruedas, la ahuecó y le cosió la piel de una vaca que desolló. Después de colocarla en el prado donde el toro acostumbraba a pacer, introdujo a ella y al llegar el toro, creyéndola real, tuvo ayuntamiento con ella. De esta unión nació Asterio, llamado Minotauro. Tenía cara taurina, pero el resto de su cuerpo era humano. Minos, aconsejado por ciertos oráculos, lo encerró en el laberinto y lo custodió. El laberinto, cuyo constructor fue Dédalo, era un recinto de complicados ambages, que confundían la salida.