“La palabra desnuda” Entrevista a Pablo Montoya, Premio Rómulo Gallegos 2015 | Por Marcos Fabián Herrera





Es una de las voces más singulares de la actual literatura Colombiana. Su obra, es un sabio crisol en el que se conjugan de manera fecunda y auténtica la pintura, la música y la historia. Contrariando los reclamos consumistas del barullo editorial, sus libros han empezado a suscitar un profundo interés entre quienes soslayan los clichés que impone el esnobismo literario. Leer sus obras, es asistir a una exploración a las secretas aristas del trajín de los hombres, que sólo la poesía advierte.   

MFH: Libros como Trazos y Sólo una Luz de Agua, además de fracturar  las rutas canónicas de los géneros, propone una simbiosis creativa entre la pintura y la literatura. ¿Buscan estos libros una conjugación estética que propicie un maridaje entre las artes?  

PM: La escritura de un libro literario implica no sólo un problema de contenido -¿qué voy a escribir?-, sino un problema de forma -¿Cómo voy a escribir? Siempre que estoy ideando uno, me someto a la tensión que plantean estos interrogantes. Ahora bien, cuando empecé a escribir sobre pintura -valga la pena aclarar que no soy pintor ni crítico de arte-, no pensé en conceptos como los que señalas: simbiosis creativa o conjugación estética. Lo que sucedió cuando escribí Trazos y Sólo una luz de agua fue que me dejé llevar por la impresión del color, por la fuerza que ejercía el discurso polimorfo del color en mi imaginación. Trazos es una suerte de galería personal que empieza con las pinturas rupestres de Lascaux y culmina con algunos pintores colombianos del siglo XX, y Sólo una luz de agua es mi pequeño e íntimo homenaje a Giotto y a Francisco de Asís. Sin embargo, debo decir que la factura de mis libros siempre va acompañada por un cúmulo de lecturas sobre el tema que me ayudan, eso creo, a llegar a la meta determinada. Para estos dos libros leí sobre pintores y sobre lo que escriben los poetas sobre pintura. Pero ante todo vi e imaginé frente a las pinturas que iba conociendo. El resultado, sin duda, es este maridaje entre las artes que bien señalas. Y pienso que esos dos libros son como puentes que yo he querido levantar para que el lector vaya y venga de la esencia poética a la esencia pictórica.

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