Sacrificiales, un profano ceremonial de purificación
Por: Samuel SerranoTomado de: Suplementos - Dominical de El Universal
Uno de los Cuentos orientales de Margarita Yourcenar, «La leche de la muerte», podría servir de espejo a estos poemas de Rómulo Bustos: tres hermanos serbios, desesperados por sus fracasos al levantar una torre con que avistar a sus enemigos turcos, deciden echar a suertes el sacrificio de una de sus mujeres y sepultarla dentro de las paredes del edificio; de esta manera, su espíritu proporcionará a la torre la firmeza necesaria para resistir a los embates del tiempo y de los invasores.
La víctima escogida para ser inmolada, la más inocente y tierna de las tres esposas, acaba cruelmente emparedada en la torre; pero la leche de su amor continúa manando a través de las paredes, y fluye como una fuente nocturna después de muerta para alimentar a su pequeño hijo, que ha quedado expuesto a la intemperie. Esta fábula ancestral, asociada a los ritos de fertilidad y fecundación, hace derivar el cosmos del sacrificio, y determina que sólo mediante la inmolación de la propia vida pueda animarse lo creado.
Como sugiere el título del presente libro, Sacrificiales, dicha idea es quizá el núcleo en torno al cual gravita la poesía del colombiano Rómulo Bustos (Santa Catalina de Alejandría, 1954). El autor, partiendo de los motivos y referencias de su universo caribeño, aspira a conquistar la armonía del cielo con la tierra, de la criatura con el universo, del cuerpo con el alma, de la materia noble con la sustancia vil, de lo perecedero con lo permanente: esa unión de los contrarios soñada por los antiguos alquimistas en la que el tiempo profano se funde en el sagrado sin desaparecer, y viceversa. Para expresar esta tensión, su palabra apela a una paradójica imaginación sacralizante que bien puede sublimizar o rebajar los objetos, los seres y las entidades de la naturaleza, hasta convertirlos en fuente de iluminación y trascendencia.(...)
Sacralización de lo impuro y desacralización de lo sagrado, la poesía de Rómulo Bustos es un profano ritual de purificación, un intento de abarcar por medio de la palabra esa «otredad» que Machado llamaba la «esencial heterogeneidad del ser», un juego muchas veces paradojal que recrea la promiscua pugna entre lo sagrado y lo profano que se libra en el corazón del hombre. Así ocurre en el poema «Mirando una estampa de santa Lucía en un texto hagiográfico», donde la lascivia traviesa del demonio se complace en perturbar las ensoñaciones místicas del juicioso lector de hagiografías; o en el dedicado a ese «San Jorge» exhausto que, luego de haber derrotado todos los dragones, se recoge sobre sí mismo y escucha con horror «el íntimo resuello del endriago / que ha aterrado sus sueños».
Pero esta reconciliación del hombre, escindido desde su nacimiento, no puede darse sin un proceso de transformación, sin una purificación interior, sin una inmersión en las profundidades del ser que le conceda el reposo y la concentración necesarias para desarrollar sus tenues alas, esas alas de «Ícaro dudoso» que «quizás llevamos a la espalda y no sabemos», como señalaba en El oscuro sello de Dios; proceso paciente y doloroso, semejante al del insecto que abandona su crisálida y se apresta a volar. Bustos indaga en esta misteriosa «arqueología del alma» [«Poema probable»] que lleva al poeta a dejar de ser una criatura de agua para convertirse en una criatura de aire, atento a los indicios de la naturaleza y a las evocaciones del pasado que le permitan descifrar ese proceso alquímico que para el ser ha transcurrido como un sueño: el arrullo de la madreperla cuya herida se convierte en su raíz; la nostalgia de la mantarraya dividida por unos niños aleteando al borde de la playa como si conservara una oscura memoria de su vuelo; el zumbante evangelio de una abeja que se esfuma en medio de sus élitros; la capa de juegos de la infancia capaz de trasformar la desvaída realidad en aventura.
No en vano este libro es, en gran medida, un arte poética, un intento de explicar la poesía por medio de sí misma en un proceso de regreso a lo que fuimos que proyecta una anticipación de lo que seremos, pues la nostalgia de la vida pasada es presentimiento de la vida futura, conjunción de los tiempos que Bustos representa con la blancura de la luz, gemela del silencio donde se remansan todas las voces y colores para renovarse y surgir de nuevo:Todos los sonidos son el silencio La más ínfima palabra pudiera ser un mantra el más turbio ruido contener la canción [«El silencio»] * Aparte del Prólogo de Samuel Serrano que figura en el poemario Sacrificiales, de Rómulo Bustos Aguirre, publicado por Veintisieteletras.
Obra poética de Rómulo Bustos
El oscuro sello de Dios, Medellín, Editorial Lealon, 1988 [Premio Nacional de Poesía, Colombia, 1985]
Lunación del amor, Cartagena, En tono menor, 1990.
En el traspatio del cielo, Bogotá, Colcultura, 1993 [Premio Nacional de Poesía Colcultura, Colombia, 1993].
Palabra que golpea un color imaginario, Obra reunida, La Rábida, Colección Encuentros Iberoamericanos de la Universidad Internacional de Andalucía, 1996.
La estación de la sed, Bogotá, Cooperativa Editorial Magisterio, 1998.
Oración del impuro, compilación de su obra poética con prólogo de Roberto Burgos Cantor, Bogotá, Colección de Poesía, Dirección Nacional de Divulgación Cultural, Universidad Nacional de Colombia, 2004.
Fuente: Suplementos - Dominical de El Universal
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